Viaje a la Alcarria en Taxi - Redescubriendo la ruta de Camilo José Cela
🚖 Viaje a la Alcarria en Taxi – Redescubriendo la ruta de Camilo José Cela
Un recorrido contemporáneo por la Alcarria desde la mirada de una taxista y un viajero curioso
🚕 El viaje comienza en Madrid
El día comienza en Madrid, es junio. El tráfico de la mañana despierta la ciudad y el taxi, espera en la puerta de un hotel del centro. Un turista sube con paso tranquilo; lleva una mochila, una cámara y un libro viejo entre las manos. Lo deja sobre el asiento y leo el título desde el retrovisor: “Viaje a la Alcarria – Camilo José Cela.”
—¿Lo ha leído? —me pregunta con curiosidad.
—Hace tiempo —respondo. Pero nunca lo viajé.
—¿Y si lo recorremos juntos? —propone. Quiero ver qué queda de aquella España.
—¿Hasta dónde?
—Hasta donde llegue la Alcarria.
Y así, sin más, comienza el viaje. Dos desconocidos, un libro y una carretera que se adentra en la memoria. Mientras salimos por la A-2, pienso en Cela caminando con su cuaderno. Hoy el cuaderno es digital, las carreteras rápidas, y el silencio cuesta encontrarlo, pero algo en la mirada del viajero me hace pensar que la esencia sigue ahí. La Alcarria nos espera
🏰 Torija – La puerta de la Alcarria
Dejamos atrás Alcalá de Henares, tierra de Cervantes, y el paisaje empieza a abrirse. Las grúas desaparecen, los campos se vuelven dorados, y el aire huele distinto. En Torija nos recibe el castillo que Cela describió con respeto. Hoy alberga el Museo del Viaje a la Alcarria, un homenaje al libro y a su autor.
Mientras mi pasajero recorre el museo, yo tomo un café en la plaza. El camarero me habla de los nuevos tiempos: del turismo rural, del Camino del Cid, de los pocos que quedan en el pueblo. “Aquí todo cambia, pero despacio”, dice. Y pienso que eso también es belleza: lo que resiste sin ruido.
🌸 Brihuega – El perfume del cambio
Brihuega huele a lavanda y a historia. Cela la describió como un lugar de fuentes y jardines; hoy es un mar violeta en verano. Aparco el taxi junto a las murallas y caminamos entre calles empedradas. El turista toma fotos, pero pronto guarda el móvil: “Es más bonito sin pantalla”, dice. Y tiene razón, ya no nos paramos a disfrutar del entorno.
En la plaza, el bullicio de los visitantes contrasta con el sosiego de los vecinos. El turismo ha cambiado el ritmo del pueblo, pero no su alma. En Brihuega sigue la calma, es un idioma que todavía se entiende.
💧 Cifuentes y Trillo – El agua y el tiempo
La carretera serpentea entre colinas. En Cifuentes, las fuentes siguen brotando, pero ahora el agua suena más que las voces. Cela habló aquí con campesinos; nosotros encontramos calles tranquilas, fachadas limpias, y el eco de lo que fue. El turista observa, en silencio, como si escuchara las páginas del libro entre el rumor del agua.
En Trillo, el Tajo nos recibe con su rumor constante. Caminamos por el puente. Hay senderistas, bicicletas, y un hotel rural donde antes solo había posadas. El tiempo ha pasado, pero el paisaje sigue reconociéndose. En el aire, una mezcla de historia y modernidad que no chirría: solo convive entre el sonido de la naturaleza.
🏞️ Durón, Budia y El Olivar – La Alcarria más pura
Durón nos recibe con el silencio dulce de los pueblos pequeños. Una anciana nos saluda desde su puerta y nos ofrece un tarro de miel, esa miel de la Alcarria que es su tesoro más antiguo.
En Budia, el bar del pueblo tiene cartel de “menú del día”. Comemos migas y hablamos del campo, del abandono, de los que se fueron. El turista escucha atento, anotando frases en su libreta.
Yo conduzco después en silencio, mirando los montes que parecen decir lo mismo que Cela escribió: “La Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir.”
🌿 Pastrana – Nobleza y presente
Pastrana es un libro abierto. Sus calles empedradas, el Palacio Ducal, los tapices flamencos y el eco de la Princesa de Éboli crean un escenario donde el tiempo se detiene. Cela quedó fascinado por su historia; nosotros también. El turista pasea con respeto, yo me quedo en la plaza observando cómo el sol cae sobre las fachadas de piedra.
Una joven del pueblo me cuenta que gestiona una casa rural y que los visitantes llegan gracias a Internet. “Ahora todos vienen buscando lo mismo: silencio y autenticidad.” Y pienso que eso es lo que hemos estado buscando desde Madrid: la autenticidad de una tierra que se defiende con su belleza.
🏰 Zorita de los Canes – Donde termina el camino
El sol cae cuando llegamos a Zorita de los Canes. Las ruinas del castillo se recortan sobre el río Tajo. Aparco el taxi y apagamos el motor. El viajero guarda el libro y me mira: “Lo hemos terminado.” Le sonrío: “No. Los viajes no se terminan, solo cambian de copiloto.”
Nos quedamos mirando el horizonte. El Tajo sigue su curso, los pueblos respiran despacio, y la Alcarria permanece fiel a sí misma. Ni la velocidad, ni el turismo, ni el tiempo han podido con su esencia.
🌾 Regreso a Madrid
La carretera de vuelta parece otra. Quizás porque nosotros ya no somos los mismos. Hemos viajado por paisajes y palabras, por silencios y recuerdos. He aprendido que aún hay caminos que deben recorrerse despacio, escuchando. Que la Alcarria no solo es un lugar, sino un estado de ánimo.
Cuando entro de nuevo en Madrid y el tráfico me envuelve, miro por el retrovisor y sonrío. Sobre el asiento descansa el libro de Cela, con un marcador nuevo: una flor de lavanda que recogimos en Brihuega. Una señal, quizá, de que los viajes verdaderos nunca terminan: solo se transforman.
✍️ Autor: Azu Cab
Taxista, viajera y cronista de los caminos de España

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